Bárbara Guamán es glamorosa, divertida, muy femenina. Una travesti reconocida por su talento artístico, que alterna su papel de "bienvenidora" en eventos de diversa índole, con la actuación teatral (Dakar-Eslovenia-Tucumán, de Carlos Alsina), la creación y dirección (Imperfecciones mortíferas de deseos obscenos).
Estaba de novia con un artista. Walter Viltre, que falleció en 2003. El despertó en ella la intención de hacer danza y abandonar los estudios de medicina. Había rendido el ingreso y estaba a punto de entrar a ese lugar que le resultaba muy caótico, porque era la única "trava" de la facultad. Estudió danza contemporánea y casi de inmediato comenzó a abrirse camino como una artista, tan diferente como talentosa. Hoy, ya consolidada como una referente en la lucha por la diversidad sexual, sostiene que tardó en darse cuenta de que la sociedad la había puesto en ese lugar. "Con el paso de los años me lo dijeron. Que había abierto puertas. Me encantó, pero nunca fue mi objetivo. Se fue dando por mi lucha de poder llevar mi nombre, mi situación de género... Tiene que ver mucho mi familia también -aclaró-. Ser una travesti, o ser homosexual, hace unos años parecía algo tremendo, injustificable para la familia. Eran apartados del grupo familiar. Eso genera un desequilibrio en la persona. En mi caso, mi madre, la Lola, que es una tremenda guerrera, me apoyó todo el tiempo. Ella fue el pilar. Y después, están mi hermano, mi cuñado y mis sobrinos, que son toda mi familia. Me van a ver, se ríen de lo que hago... Me encanta".
¿Cómo surgió tu papel de "bienvenidora"?
En 2004 estaba colaborando en la administración de Casa Club, vendía entradas en la puerta, y como me aburría mucho empecé a hablar con la gente. El público comenzó a interesarse en el personaje. Es una aprendiz de diva, medio ingenua, pero dice muchas cosas sarcásticas. Tiene una doble cara. A la gente le gusta mucho porque es glamorosa. Se viste con diseños muy llamativos. Es todo un arte ser la bienvenidora. Son tres horas de maquillaje, con aplicaciones y toda una puesta en escena. Por lo general, me llaman para conducir eventos sociales de mucho glamour. También para eventos empresariales. En Córdoba estuve en El deleite de los cuerpos, que es un megaevento del EGBT. Un show con bandas de género. Hay un grupo que se llama Transilvania, integrado por unas "travas" que cantan maravillosamente. Se hizo en un barrio de las afueras, cerca de una sala teatral, donde los vecinos participaron activamente y fue genial. Ahora se va a repetir en Buenos Aires y vamos a estar ahí.
Y pronto la bienvenidora va a protagonizar una obra.
Sí. Es un unipersonal que es como un café concert, que tiene varieté y otras cosas. Ella cuenta anécdotas, cosas que suceden en Tucumán, hablamos de género también, qué es ser una travesti y qué significa vivir en un barrio alejado del centro, es muy gracioso. Yo hago todo, hasta el vestuario, porque tengo una beca en diseño de indumentaria en el instituto Piazza. Sé hacer luces, maquillaje, y he dirigido mucho tiempo. He dirigido danza-teatro. Tengo un grupo que se llama Banegua, gente talentosísima. La última obra que hicimos se llama "Imperfecciones mortíferas de deseos obscenos", que roza el género del suspenso y el terror. Muy fuerte. Estamos por reponerla este año. Se hacía en una casa, era itinerante. Trata sobre el asesinato de un tríptico, que es una sirena. Un pescador conoce a una sirena y se enamora. La esposa del hombre no se explica cómo él puede tener sexo con ese monstruo. Ese conflicto remite a la cuestión de género. Ella la atrapa, la encierra en un baño, y en un momento parece que la va a perdonar, pero la asesina.
Tiene una simbología muy clara
Ahora estoy escribiendo la segunda parte, que es también un poco oscura. Tiene que ver con esos miedos que tiene la sociedad a lo desconocido, a eso que califica de "diferente". Esos miedos generan violencia. Me parece que es difícil Tucumán, como sociedad. Si vas a Santa Fe, ves que allá está todo bien. Pero aquí, al hacer un trámite una se da cuenta de que no está inserta en un sistema igualitario. Me pasó que al ir a hacerme exámenes en el Hospital Padilla, me anotaron en una ficha. Yo le dije a la chica que me atendía, que mi nombre real no era el que figuraba en el documento. Ella se puso nerviosa, pero entendió y me anotó como Bárbara Guamán. El hecho de que suene mi nombre, el que yo elegí, en medio de un montón de gente, me hace sentir bien. Pero en la obra social pasó lo contrario. Fue un tremendo lío. Yo estaba muy tranquila porque sabía que el problema no era mío sino del sistema. Al final me fui, les dije que iba a hacer la denuncia por discriminación y que me iban a tener que hacer hasta las tetas (risas). Salí, no caminé ni una cuadra y me sonó el teléfono. Ya me tenían todos los papeles.
En los últimos años hubo grandes avances en favor de la diversidad sexual.
Está muy bueno el movimiento que ha surgido, el LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero), y también la Ley de matrimonio igualitario. Pero no creo que sea tan igualitaria. Porque antes tendría que haberse aprobado una ley de identidad de género que sea convincente para todas nosotras. Por ejemplo, yo no quiero ser un hombre ni tampoco una mujer. Soy una travesti. Pero en el documento no existe un tercer casillero, ni un cuarto, sino solamente dos.
Pero si se pone un tercero, después seguramente van a querer que haya más
¿Y por qué no? He leído sobre una persona de España que quería ser transexual, se operó, y después decidió que no quería. Si documento pasó de varón a mujer y después decidieron tener esa posibilidad de la diversidad de género. Obviamente, todo tiene un límite, pero un gobierno realmente progresista tiene que escuchar a la gente y ver cuáles son sus argumentos. A mí me encantaría que en el DNI figure mi verdadero nombre, pero no que diga que soy una mujer, ni un hombre. Porque soy una "trava". Y es divino serlo. A pesar de que aquí hay un prejuicio social de que la trava es prostituta, drogadicta, hija de puta. En realidad, muchas chicas pobres que necesitan trabajar salen a la calle y son víctimas de muchas cosas. Me han contado casos de niñas travesti, de 13, 14 o 15 años que ejercían la prostitución y que han desaparecido, aquí en Tucumán. Y nadie las buscó.
¿Qué diferencia hay entre "una" travesti y "un" travesti?
Yo soy una trava, eso se nota, y no me gusta que me llamen de "él". Y hay gente que le pasa lo contrario. Travestis que se ven muy masculinos y les gusta que les llamen de "él". Falta ese término que pueda identificar este nuevo género. También tenemos mucha necesidad de inclusión. La posibilidad de acceder a un trabajo, a una vivienda y a un sistema de salud que nos ampare. En Santa Fe, por ejemplo, hay una campaña muy legítima para hormonalizar a chicas trans. Ellas anhelan tener un cuerpo bien femenino pero no logran acceder a un sistema médico. Allá, desde el muncipio se hace un seguimiento médico a las chicas trans y se les provee de sus hormonas. Es una genialidad, porque se evita que se inyecten siliconas de pésima calidad que derivan en infecciones.
¿Qué edad tenés?
¡Ni muerrrta te digo! No seas atrevido.
Monólogo de la Bienvenidora (fragmento)
Resulta que es muy difícil salir a la calle en mi barrio. Yo le digo Fuerte Apache. Un día yo salía con mi perrita, que es súper glamorosa, tiene una tiara tipo reina, divina. Nos íbamos al centro y decidí tomar el colectivo porque no tenía tanta plata como para un taxi. Llego a la parada y hacía un calor de esos que te derretís. Iba llevando la perra, un bolso, con todo mi glamour. Llegamos a la parada todas transpiradas, agitadísimas, y ahí estaba una mina con dos changuitos. Una "guaraya", como digo yo. Me mira, los chiquitos la querían tocar a la perrita, pero como ella es muy delicadita no se dejaba tocar. Entonces la mina me mira y me dice: "Qué linda la perrita, ¿no?" Yo la miro y le digo "sí". Y me pregunta: "¿Qué é' una caniche toy?" Yo la miro, la odio y le digo: "No. Es una shitsu". Bueno, y me dice: -¿Qué 'ta eperando el coletivo? - Sí. - No la van a dejá subí a uté nel coletivo con la perrita. - ¿No? - No. Entonces yo la miro y le digo sonriendo: - Yo voy a subir al colectivo porque soy linda. Resulta que en eso aparece el colectivo en la esquina. Y yo, por agarrarla a la perra, se me cae el cospel en medio del agua podrida del cordón. Meto la mano en el barro, saco el cospel, le hago señas al colectivero y para. Entonces le digo con voz lastimera: -¡Ay señor! ¿Me quiere llevar con la perrita? El me mira y me dice: -Subí, ¡tontita! Entonces yo subo, le doy el cospel y en lo que me iba la miro a la guaraya y la saludo con la mano, y me voy, divina. Yo, la perra, y en el colectivo.
Por Ricardo Reinoso