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Un cura tucumano dirige el Santuario de Lourdes en Francia

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Horacio Brito, un lourdista egresado del Colegio Sagrado Corazón, habla sobre el matrimonio igualitario, el celibato y la llegada del papa Francisco.

El Santuario de Lourdes, en Francia, lo dirige un tucumano: Horacio Brito, un lourdista egresado del Colegio Sagrado Corazón. Son 52 hectáreas donde hay varias capillas, museos y bibliotecas y recibe más de 6 millones de visitantes por año. Encontrarme con él fue muy lindo, es cálido y campechano. Creo que ha adquirido el código de nuestros campesinos por haber misionado en San José de Chasquivil, Anfama, Mala Mala y otros rincones remotos de Tucumán.

Su oficina es notablemente luminosa. Estilo minimalista con un cuadro grande de Santa Bernardita –única santa fotografiada- una pastorcita que en 1858 le apareció la Virgen de la Inmaculada Concepción, que es venerada en el santuario. Sobre una repisa una foto del Papa Francisco, en su escritorio hay una computadora y papeles. El aire que se respira es de serenidad. La mañana del encuentro estaba solo, leía con la puerta abierta. Habla de Tucumán con datos muy actualizados, de gente conocida: me contó que había sido compañero en la facultad –cuando estudiaba historia- de Carlos Abrehu (ex periodista de La Gaceta y de Eduardo Rosenzvaig un ex profesor de historia de la UNT), que había sido rector del Colegio Sagrado Corazón. Docente en el Seminario Mayor y en ese recorrer apareció parte de su formación con los Jesuitas.

Ha nacido un 14 de octubre de 1948 y cuando le pregunto cómo llega a este lugar tan destacado me dice: no llego, me hacen llegar, lo dice con una desbordante sonrisa.

En su relato fluido con una notable proximidad, me cuenta que la Congregación nace a 30 ó 40 kilómetros de acá en un lugar que se llama Garaison; cuando las apariciones de la Virgen de la Inmaculada Concepción tienen lugar en el año 1858 el obispo tiene necesidad de sacerdotes porque la gente empezaba a llegar y aquí no había absolutamente nada; les pide que empiecen a trabajar y que se hagan cargo de algo que comenzaba a ser reconocido. Contó que el nombre oficial de la congregación es Inmaculada Concepción de Lourdes, conocida en Francia con el nombre de Padres Garaison y ellos son los que comienzan a hacer lo que hoy existe en el Santuario. En 1890 los Lourdistas llegan a la Argentina, para hacerse cargo del Seminario de Catamarca y en 1900 fundan el Colegio el Colegio del Sagrado Corazón en San Miguel de Tucumán.

Mis padres, ya hace algunos años, -sonríe con picardía- me pusieron ahí. Entré para ser un padre Lourdista y nunca imaginé que algún día estaría como rector en el Santuario de Lourdes en Francia. Hice prácticamente mi vida religiosa en la Argentina y luego en los años 90 vine a hacer un curso de 6 ó 7 meses de Teología y me pidieron que me quedara un año más, luego me pidieron que trabajara en el Santuario, luego me dijeron que me quedara un poco más y al cabo de 3 años me encontré como vicerrector y Secretario General del Santuario. Quedé hasta el año 2000, en ese año regreso a la Argentina ya hacía casi 10 años que estaba en Lourdes hasta el año 2008 en que me nombran Superior General de la Congragación y al mismo tiempo el obispo me pide que sea Rector del Santuario de Lourdes.

¿Qué es lo que se siente cuando lo convoca el sacerdocio?

Si hiciésemos una reunión de sacerdotes y le preguntásemos a cada uno de ellos cómo se sintió el llamado al sacerdocio probablemente la reunión sería muy aburrida y al mismo tiempo nos mataríamos de risa; aburrida porque todos estamos esperando que nos digan algo maravilloso y al mismo tiempo nos mataríamos de risa porque las circunstancias son tan, pero tan diversas que es totalmente imprevisible. Yo diría que en primer lugar que no es uno el que elige ser sacerdote sino que, en la vocación uno siente un llamado. Nunca sentí ninguna voz que me dijera usted tiene que ser sacerdote, es algo que como una semilla que uno lleva adentro y que poco a poco va creciendo y que en un momento dado se transforma en un llamado del cual hay que dar una respuesta. Uno puede responder, sí o no, porque la libertad está siempre presente. En mi caso creo que fue fundamental aquellos años ya desde niño, en los años de la Acción Católica. Fue una gran escuela de formación -yo diría espiritual- de formación apostólica y sobre todo una escuela que me dio mucho sentido de la Iglesia, no pensaba en ser sacerdote en realidad quería ser médico pero algo que tenía adentro, que me inquietaba, es muy difícil de explicar. Recién a los 18 años tomo la decisión de ser sacerdote.

¿Cuál el aporte de sus padres?

Mi madre en su juventud creo que estuvo muchos años, en algún movimiento o en alguna asociación de Iglesia. Mi padre era uno de aquellos cristianos de los años 20, 30, 40 de los cuales se iba a misa pero uno quedaba en el fondo de la Iglesia porque la religión era cuestión de mujeres. Sin embargo lo que siempre percibí en mi padre fue un gran sentido de la trascendencia, no era un cristiano que iba a estar en alguna asociación religiosa sino un cristiano así, sin más. Él siempre nos había dicho serán en la vida lo que quieran ser y siempre respetaré la decisión de Uds, (se emociona) ¡eso siempre lo recuerdo! Ella trabajó mucho en la Iglesia hasta que se casó y ahí renunció prácticamente a todo. Yo creo que la cuestión se debe haber planteado –eso yo no lo conozco- en el momento de la educación que querían darnos. Creo que en ese momento tenían tres posibilidades. La primera posibilidad era mandarnos a un colegio del Estado, al Colegio Nacional o al Gymnasium o algo así. Al segundo en cuanto a la formación religiosa tenía tres opciones o íbamos a los Franciscanos o íbamos a Salesianos que eran de cultura italiana o íbamos a los franceses que eran los Lourdistas. Pienso que ahí debe haber habido seguramente –porque yo no estuve presente- se ríe. Debe haber habido un diálogo entre mi padre y mi madre. A ella creo que le deben haber gustado los Salesianos porque aparentemente daba la sensación de algo mucho más religioso y mi padre pudo haber dicho los franceses mucho más: igualdad, libertad, fraternidad. Debe haber sido una negociación entre ellos que yo nunca me enteré (su risita denota obviedad); el caso es que llegamos a los Lourdistas. El hombre que jugó un rol fundamental fue el padre Marqués que vive todavía, hoy está en Francia, tiene 99 años. Él los recibió y mi padre que, con respecto a los sacerdotes, tenía cierta distancia en aquella época, le cayó muy bien el padre Marqués y que le dijo: dejeló, dejeló que yo me voy a hacer cargo de ellos, que éramos nosotros. Lo que muestra que mi padre pese a estar distante era sensible a ese aspecto humano también, esa cercanía que puede buscar el sacerdote. Son historias muy, muy simple todo eso es parte de una formación, de una vocación, de un llamado de algo, que nos va formando por dentro. Pero lo que para mí fue un elemento determinante, en mi vocación religiosa, es que siempre fue un servicio al otro, desde lo que uno es. Ponerme al servicio de algo y de algo que me gustaba mucho en realidad.

¿Cómo ve el cambio en el sillón de Pedro?

En primer lugar la renuncia del Papa Benedicto XVI es de una gran valentía de una gran humildad y luego es el fruto de toda una vida de oración, que en este momento el mejor servicio que él puede dar a la Iglesia es ese y seguramente que es una decisión tomada con mucho dolor porque es renunciar y al mismo tiempo una gran apertura. Comparo ese gesto -de Benedicto XVI- con el llamado al Concilio del Papa Juan XXIII. Un gesto profético y la llegada del Papa Francisco la comparo con la llegada del Papa Pablo VI. Es decir Juan XXIII llama al Concilio y no es él el que lo va a concretar, aparece el Espíritu Santo y nos da a Pablo VI para materializar el Concilio y ahora es el Papa Francisco el que va a llevar adelante no tanto la Reforma de la Curia -porque eso es un aspecto jurídico, un aspecto de entrecasa- sino el anuncio del Evangelio en una sociedad posmoderna que lo relativiza todo. Creo que el programa del Papa Francisco no es tanto reformar –sí, habrá que reformar y es necesario hacerlo- sino cómo anunciar el Evangelio en esta sociedad multirreligiosa, relativista, en esta sociedad tan compleja donde lo religioso juega –sin duda- un factor muy importante. Creo que la Argentina recibe una inmensa gracia que no hay que desaprovechar. Como creyente vemos que en la figura del Papa, sea de la nacionalidad que sea, vemos a la figura de Pedro. Pero no nos tenemos que olvidar que el Evangelio está encarnado en un tiempo y en un espacio, en la historia que es la nuestra y creo que para la Iglesia Argentina es muy importante que el Papa sea argentino. No hay que vivirlo de una manera aséptica. Vivirlo como una gracia, casi como un don. Así como en Polonia se vivió de una manera muy particular la llegada de Juan Pablo II. Es el primer latinoamericano, el primer papa Jesuita, bueno si esos no son signos del Espíritu Santo ¿dónde estará el Espíritu Santo? y es una gracia porque eso me ha llegado por varias personas, que hubo muchas conversiones, mucha gente se volcó a la Iglesia y el fruto del Espíritu Santo es esencialmente en la oración, la conversión el cambio de actitud, la apertura a Dios y una apertura a los demás.

¿Cómo ven los Lourdistas el ascenso de un Jesuita?

He sido formado por un jesuita teológicamente porque hice todos mis estudios en el Colegio Máximo San Miguel en la Facultad de Teología y tuve como compañero al cardenal Bergoglio. Es mucho mayor que yo porque los Jesuitas hacen una parte de sus estudios y después se ordenan sacerdotes. Tienen actividad pastoral y recién terminan sus estudios, es decir a la edad de 35 ó 36 años. Yo ingresaba en Teología y tuve al padre Bergoglio -en esa época- de compañero, dos años hemos compartido algunos tratados de teología juntos. Tengo un gran agradecimiento a los jesuitas porque me han enseñado muchas cosas pero sobre todo: a pensar y reflexionar. En segundo lugar creo que a los jesuitas les debemos, por su fundador, los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Como latinoamericanos a los jesuitas les debemos muchísimo por la obra evangelizadora. No nos olvidemos que son los fundadores de las primeras universidades en América Latina. Tampoco no nos olvidemos que después de la expulsión de los Jesuitas prácticamente nunca se los pudo reemplazar y fue una inmensa sangría que se produjo en nuestra cultura, es decir que los latinoamericanos tenemos que analizar históricamente a los Jesuitas, a los Dominicos a los Mercedarios son las grandes Órdenes Religiosas que evangelizaron América Latina. Y por supuesto lo que siempre están marcados por su fundador San Ignacio de Loyola y eso yo diría que el Papa Francisco lo respira y lo expira por los poros cuando nos plantea cuestiones muy “ignacianas” que tanto bien nos hacen: hay que saber discernir y tomar posición. Una frase muy importante en él que dijo hace poco tiempo y es muy Jesuita y creo que va a marcar su pontificado, hablando de la esperanza él dice: la esperanza es una virtud teologal, significa Fe, Esperanza y Caridad que es un don de Dios. No es una cosa que el hombre adquiere sino que es lo que Dios nos da, la virtud de la Esperanza. Uno de los frutos de la esperanza es saber discernir el bien y el mal. Y es verdad, si no sabemos discernir el bien y el mal en qué vamos a tener esperanza, en nada: es puro relativismo. Entonces él les dijo a los jóvenes, ese día en la plaza de San Pedro, no dejen que les roben la esperanza e hizo un llamado inviten a los adultos que les enseñen a discernir el bien y el mal porque si los hacen entrar en una cultura puramente relativista donde todo es igual van a perder la Esperanza. Porque uno solamente puede tener Esperanza en aquello que es bueno, en lo malo no hay esperanza. Y si un padre o una madre, los formadores, si los educadores, si nosotros los adultos y los responsables de la política, de la economía no ayudan a los jóvenes a discernir entre el bien y el mal y los dejan en el puro relativismo les hacemos perder la Esperanza: el discernimiento es muy jesuita.

¿Qué opinión le merece el tema del matrimonio igualitario?

No he seguido la discusión del matrimonio igualitario en la Argentina, en Francia sí, que la ley acaba de ser votada. Creo personalmente que el matrimonio existe pero entre un hombre y una mujer por qué minimizar lo que es el matrimonio, para hacer algo que realmente –a mi modo de ver- no es un matrimonio ya, es otra cosa. Por qué cambiar algo tan rico que es el amor entre un hombre y una mujer, la fundación de la familia entre el hombre y la mujer por decir igual a qué.

¿Por qué no tiene un lugar la mujer dentro de la estructura eclesiástica?

El Papa Juan Pablo II ha respondido largamente a esa cuestión. Jesús nunca ha ordenado a mujeres. Yo no creo que el tema de la fe pase realmente por ahí. No creo que la igualdad entre el varón y la mujer se dé porque el varón y la mujer hacen las mismas cosas. El ser sacerdote creo que es un servicio propio del hombre y hay un servicio propio de la mujer. Creo que hay cosas que el hombre y la mujer pueden hacer juntos y deben hacer juntos, después hay cosas que son muy propias de los hombres y muy propias de las mujeres. Hablo con muchas religiosas, que son personas consagradas ¿no? y les pregunto y ellas nos dicen no nos gustaría ser sacerdotes, tenemos otro rol, otra función que cumplir, hay muchísimos servicios en la Iglesia. El sacerdocio también es un servicio en la Iglesia nos parece bien que están los hombres allí. No es una cuestión de igualitarios, yo diría de distinción, de no mezclar todo. Ni es cuestión de separación. A mí tampoco me gustaría ser Madre Superiora.

¿Cómo se relaciona con la ausencia de mujer?

Eso está ahí las palabras de San Pablo, es muy claro. San Pablo en un momento dice que si hemos sido llamados al celibato es por misericordia de Dios porque hay un llamado de Dios. Si el llamado de Dios no existe no se metan en esta historia. El celibato es una pobreza, hay que verlo como una pobreza y si lo vemos como una virtud va muerto. Si esto no es un llamado de Dios no se puede vivir. No estoy hablando de una persona célibe estoy hablando del sacerdocio. Y, realmente, si no hay un buen discernimiento vocacional, si uno no se entrega totalmente a esto, a lo que Dios me ha llamado, es muy difícil de vivir y realmente cuando uno se entrega, está de lleno con esta identidad sacerdotal en ese momento sí uno puede ofrecer esto, uno sublima eso. No renuncia a ser hombre. Uno es hombre cien por cien, el seguimiento a esto es de una manera distinta porque hay distintas maneras de seguir a Cristo por la misión.

Quiero cerrar la nota expresando gratitud para con la secretaria espectacular del padre Brito, Veronique Dupuy, francesa, de alma absolutamente cristiana que hizo todo para que pudiera realizar este trabajo.

Félix Justiniano Mothe