María Inés Roqué tenía tres años en 1972, cuando su padre -Julio Iván Roqué- se fue de casa para dedicarse de lleno a luchar por una revolución socialista. Era fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el principal gestor del atentado que terminó con la vida de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, en 1973. Pocos años después, en 1977, Roqué murió en un enfrentamiento con efectivos del Ejército que lo habían acorralado.
María Inés creció en México, donde se convirtió en realizadora cinematográfica y se hizo conocida a través de un documental que hizo sobre la rebelión de Chiapas. Luego abordó el doloroso tema de la revisión de la historia de su padre e hizo la película "Papá Iván", que fue muy elogiada por la crítica. En una reciente nota periodística, la cineasta explicó acerca de su decisión: "Por un lado yo tenía acumulados los pocos documentos o referencias que había sobre mi papá, las poquitas fotos, y me erigí en depositaria de ellos. Yo estudié fotografía antes de cine y tenía la fantasía de hacer algún trabajo combinando las fotos y algunos autorretratos o algo así, un trabajo de búsqueda de identidad, y nunca lo hice. Cuando estaba estudiando cine llegó el levantamiento Zapatista con toda su carga y las imágenes de los encapuchados, lo cual a mí me impactó mucho, porque había trabajado en los altos de Chiapas, en un territorio indígena de condiciones de vida miserables. Tenía idea de que allí podía haber un levantamiento armado porque en esas condiciones es imposible vivir, entonces en mí ese levantamiento movilizó muchas cosas de mi propia historia y me empecé a plantear trabajar sobre mi papá y me di cuenta de que eso estaba ahí, a la vuelta".
La película está estructurada sobre un hilo narrativo que es una carta escrita por Julio Roqué a su familia y que los hijos conocieron muchos años después de su muerte.
Conocer la carta "fue maravilloso, inesperado y sorpresivo -cuenta María Inés- porque una copia papel carbón de la carta sobrevivió guardada por una amiga de mi padre y de mi madre, una mujer que no tenía ningún vínculo con ninguna organización ni con ninguna lucha, una trabajadora, y mi papá sabía que se la estaba dando a alguien que no iba a correr ningún riesgo y ella lo guardó dentro de un libro en su biblioteca por años, del ´72 al ´83. Entonces, ya entrada la democracia, cuando vio que no había peligro, ella abrió el libro, tomó la carta, se la entregó a mi abuela materna que se había quedado con el original de la carta y la había enterrado en un campo en Córdoba, pero que en el medio del miedo y ante la perspectiva de vender el campo la desenterró y la quemó. Yo sabía que la carta existía pero no sabía lo que decía, y eso era terrorífico, había un gran fantasma sobre la carta que era algo que nadie podía transmitirme ya. Pero como mi abuela venía a visitarnos cada año a México, vuelta la democracia al siguiente viaje llegó con la carta y fue un momento muy bueno para nosotros".
Rucci era una pieza clave en el pacto social, pero también un precursor del terrorismo de Estado
El sindicalista José Ignacio Rucci alcanzó relevancia después del derrocamiento de Perón en 1955. Fue miembro activo de la llamada Resistencia Peronista y escaló posiciones junto al dirigente Augusto Timoteo Vandor en la UOM (Unión Obrera Metalúrgica). Mantuvo una fuerte polémica con Agustín Tosco, que representaba una posición más combativa y de izquierda que la de Rucci. Tosco afirmaba que Rucci y sus discípulos "son prisioneros por sus compromisos con los detentadores del poder, presos de la custodia que les presta el aparato policial; presos de una cárcel de la que jamás podrán salir: la de la claudicación, indignidad y participacionismo".
En 1970, Rucci fue designado secretario general de la CGT y desde allí fue uno de los impulsores del regreso de Juan Domingo Perón al país, en noviembre de 1972. Perón permaneció durante casi un mes en una residencia de la localidad de Vicente López y regresó luego a España, donde vivió hasta su retorno definitivo, producido el 20 de junio de 1973 durante el gobierno de Héctor J. Cámpora.
El final de la proscripción del peronismo marcó un punto de inflexión en la relación de fuerzas internas del peronismo, donde la derecha -a la que pertenecía Rucci- pasó a ocupar un lugar más afín con el pensamiento de Perón. La izquierda, liderada por los grupos revolucionarios armados -el principal era Montoneros- había luchado por devolver los derechos constitucionales al pueblo peronista, que constituía la mayoría de la población. Pero ahora su objetivo de conseguir la revolución socialista fue descalificado por el líder del movimiento.
En la masacre de Ezeiza quedaron evidentes las fuertes diferencias que separaban a los dos bandos y se notó la prevalencia de la derecha en los lugares de poder, así como su decidido accionar criminal contra los militantes de izquierda, ya sea que pertenezcan o no a los grupos armados. Se vincula a Rucci con las patotas armadas que asesinaron a numerosos militantes de izquierda, antes y después del regreso de Perón, y a la temible Triple A, que marcó el inicio del terrorismo de Estado.
El asesinato de Rucci marcó el predominio político del sector militarista dentro de la conducción montonera, que en ese momento estaba integrada por ocho miembros. De ellos, cuatro (Firmenich, Hobert, Perdía y Yager) provenían de Montoneros. Tres (Quieto, Roqué y Osatinsky), de Fuerzas Armadas Revolucionarias y, por último, Horacio Mendizábal, de Descamisados. No existe confirmación de que “orgánicamente" la totalidad de la conducción haya autorizado la ejecución.
De acuerdo a una investigación publicada por Ceferino Reato, periodista y asesor del ex-embajador argentino en el Vaticano Esteban Caselli durante el gobierno de Menem, Roqué se habría instalado en un departamento de barrio de Floresta, a diez cuadras del domicilio de Rucci, y convocó al equipo operativo -nueve combatientes- la mayoría provenientes de las FAR. A las 12:11 del 25 de septiembre de 1973, el grupo conducido por Juan Julio Roqué asesinó a Rucci cuando éste salía de la casa de calle Avellaneda 2953 en el barrio de Flores. Posteriormente, cuando en Montoneros conocieron (por los medios de difusión) que el dirigente obrero peronista tenía 23 impactos de bala, denominaron a la operación “Operativo Traviata”, porque el comercial de las galletitas Traviata decía: “La de los veintitrés agujeritos”.
Dijo Oscar Anzorena: “Este hecho establece un lugar de no retorno en las relaciones de Perón con los Montoneros. Esta metodología de apretar a Perón no sólo genera el efecto político contrario al esperado sino que franquea una frontera ética sustentada hasta ese momento por las organizaciones revolucionarias, ya que esta muerte al no ser asumida políticamente adquiere más características de asesinato mafioso que de ajusticiamiento revolucionario”.
El 1 de noviembre de 1999 el Estado argentino dispuso que se abonara a la familia de Rucci un resarcimiento de 224.000 dólares en bonos del Estado, considerando el hecho encuadrado en la ley 24.411 que habilitó el pago de indemnizaciones a víctimas de "cualquier grupo paramilitar", si bien usualmente este último término identifica más el accionar de la Triple A que el de Montoneros. En el dictamen en que se fundamentó el decreto se expresa que "se trató de un atentado llevado a cabo por una organización de tipo militar, que actuó con impunidad, con uniformes iguales a los de la fuerza policial no siendo los hechos debidamente investigados en el momento oportuno".
En octubre de 2008 se reactivó la investigación del asesinato de Rucci. En junio de 2009, un hijo de desaparecidos inició una acción legal por estafas a la familia Rucci. Según la denuncia cobraron la indemnización alegando que Rucci había sido asesinado por la Triple A o la dictadura, no por grupos civiles como Montoneros.
Para sostener que el delito no prescribió, los hijos de Rucci argumentan que "algunos de los asesinos pertenecían a Montoneros, y muchos integrantes de éstos tenían a su vez cargos de diputados" y que además “hay algunas versiones sobre que el crimen fue apoyado por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain”. Otro argumento adicional expresado por los Rucci son las versiones de que en la labor de inteligencia previa al hecho operarios pertenecientes a la empresa de teléfonos ENTEL que en ese momento era estatal, habrían intervenido en forma ilegal la línea de teléfono ubicada en el domicilio.
En una resolución difundida el 10 de agosto de 2012, el juez federal Ariel Lijo sostuvo: “Se logró descartar la participación de miembros de la denominada Triple A y, además, se estableció la posible responsabilidad de miembros de Montoneros en el homicidio del secretario general de la Confederación General del Trabajo”. “La hipótesis de investigación en la cual el homicidio de José Ignacio Rucci fue llevado a cabo por miembros de la Organización Montoneros no cumple las propiedades de los delitos de 'lesa humanidad' y, por lo tanto, no puede quedar sujeto a la cláusula de imprescriptibilidad”. Según el juez, los indicios de la participación de Montoneros en el ataque a Rucci no alcanzan para llamarlos a prestar declaración indagatoria.
Un hecho que mereció el repudio del pueblo obrero, alineado con el sindicalismo
Según José Pablo Feinmann, el asesinato de Rucci “es un asesinato contra la democracia. El fusilamiento de Aramburu ocurre en medio de una dictadura, pero el asesinato de Rucci ocurre a dos días de que Perón ganara las elecciones con el 64 % de los votos. Rucci formaba parte del pacto social que Perón quería hacer. Estábamos en un momento donde Perón podría haber hecho un país, si los Montoneros hubieran entendido que tenían que retroceder -sostiene Feinmann-. Incluso ya se había producido el golpe en Chile, sinceramente no sé qué mierda tenían en la cabeza. Lo que hay que remarcar es la línea que separa estos dos momentos. Hasta allí lo que tuvimos fue una guerrilla que se integró a este movimiento que busca la legalidad, que efectivamente se movía en la ilegalidad pero con un fin: que el pueblo pudiera nuevamente votar a su líder que, nos guste o no nos guste, era Perón. Y hay que señalar la ilegalidad que va del 55 al 73 pero en todas sus dimensiones. Que ahí haya surgido la violencia es lógico, pero la lucha era contra gobiernos que le negaban su derecho al pueblo. Pensemos en el Cordobazo, con el que estoy plenamente de acuerdo. Ésas son las rebeliones que me gustan, hechas por un pueblo, por las bases, por los sindicatos. Pero la violencia individualista de un grupo privilegiado, no”.
Uno de los grandes problemas de Montoneros consistió en cómo fue perdiendo su base social. ¿A qué se debe?
El ERP siempre estuvo a favor de la violencia sin masas, pero Montoneros intentó una política de masas, porque por algo se hicieron peronistas. Por supuesto que se divorciaron, porque nunca llegaron a entenderlo, nunca entendieron al pueblo peronista. El pueblo peronista era un hijo del estado de bienestar, era un pueblo no combativo, que no adhería a la violencia, que tenía un buen trabajo, un buen salario y vacaciones. Pero Montoneros seguía con el berretín de la revolución de una vanguardia iluminada.
El ex dirigente montonero Roberto Perdía afirmó que la decadencia de Montoneros comenzó con la masacre de Ezeiza…
No, para mí fue con el asesinato a Rucci, Ojo, hay que aclarar. Montoneros no va a Ezeiza para hacer un enfrentamiento armado. Va, eso sí, a copar el acto, que no es lo mismo que participar. Pero no fue el responsable de la masacre, la responsabilidad fue de los del palco, del coronel Osinde y sus muchachos. De lo cual creo que es inevitable pensar que Perón tuvo algún conocimiento, pero ése es otro tema. Igualmente, yo creo que fracasan con el asesinato a Rucci. Rucci tenía más masas que Montoneros. Rucci manejaba los sindicatos y los obreros adherían a los sindicatos. La guerrilla nunca concitó al movimiento obrero. Después de la muerte de Rucci, hay una división y hay muchos disidentes. Recordemos a la JP Lealtad, que aparece en medio de la lucha entre Perón y Firmenich, aunque no sirvió para nada porque no había nadie a quien serle leal. Perón estaba ya con López Rega y el comisario Villar, ¿a quién ibas a ofrecer tu lealtad? El proyecto de la Triple A por ese entonces estaba más que adivinado, estaba casi pensado. Porque Perón no se salva de esta historia, o me van a decir que no sabía quién era Villar cuando lo pone como jefe de Policía. Villar venía de la Escuela de las Américas, así que imaginate qué clase de tipo nos puso, un “matazurdos”. Hay un enorme grado de responsabilidad de Perón.