En declaraciones periodísticas el número dos, no aguantó, no resistió haber sido tildado de traidor y que se le cuestionara la sesión legislativa pasada donde se habían utilizado barbijos que fueron donados para los profesionales de la salud. Y a su estilo, disparó con municiones fuertes sosteniendo que todas esas críticas son “operetas periodísticas” que se hacen desde Tucumán en complicidad con periodistas nacionales.
“A mí no me cuestionaron por valijas que se perdieron y por nada”, afirmó Jaldo y sin nombrar a Manzur declaró la guerra al número uno. O por lo menos así lo entienden desde la clase política.
La sanción de la Ley que prorroga las cuotas de créditos a trabajadores estatales por dos meses sin consulta previa y que el Poder Ejecutivo ya promulgó, no son los motivos del enojo real político. Las diferencias nacen desde el 10 de junio del año pasado, un día después al triunfo del binomio Manzur- Jaldo. Desde ese entonces el número dos ya se impulsaba sin decirlo, que será el candidato por el peronismo en el 2023 a futuro gobernador.
En los meses subsiguientes esa alegría y ese entusiasmo de Jaldo se fue derrumbando. Su actitud y su relación con Manzur también, cuando apareció la idea de reformar la Carta Magna para avanzar en la reforma política que podría permitir la re-reelección del primer mandatario. Ese camino que venía forjando el tranqueño se fue complicando. A tal punto que, con la evidente distancia política y ya pública, muchos entienden que, a pesar de las complicaciones económicas, la crisis sanitaria y social por la pandemia, ese retorno a la unidad dependerá del grado de humildad y sensatez que tengan ambos referentes por el bien de los tucumanos que están más preocupados por la realidad actual que en la política partidaria o de candidaturas futuras.