Obviamente que esos tiempos de tempestad cambiaron, aunque quedaron estrategias funcionales en materia de comunicación para seguir deformando la realidad. Es decir, desinformar al público y generar dudas, sospechas y hasta instigar al odio como se viene reflejando a nivel nacional. Existen ejemplos de sobra para enumerar en los últimos años. Desde campañas anti vacunas, hasta fomentar el caos por el caos mismo con fines políticos y económicos.
Existen principios básicos de la teoría de Goebbels como la del método de contagio que es la de reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo para constituirlos en suma individualizadas. O la del principio de la vulgarización que apunta a que lo que se dice se popularice, adaptando su nivel al menos inteligente de las personas a los que va dirigido el mensaje. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más chico será el esfuerzo mental a realizar y la capacidad receptiva de las masas es limitada y su compresión será más escasa y con mayor facilidad a olvidar.
Entre estos principios también se utiliza el principio de orquestación donde el mensaje debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas constantemente desde distintas perspectivas, pero siempre reflejando sobre el mismo concepto de donde surge la frase “si una mentira se repite lo suficiente se convierte en verdad”.
Tucumán no está exento de estas aventuras de algunos alocados que utilizan a periodistas o a medios de comunicación para impulsar campañas negativas en contra de instituciones, funcionarios o personas de a pie, ya sea por razones políticas, profesionales e incluso netamente personales.
Es la aplicación, en todos los ámbitos donde se cuelan los medios de comunicación de la llamada posverdad, entendiendo esta como la “Información o afirmación en la que los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las opiniones y emociones que suscita”.
En nuestro medio, un conspicuo cultor de esta fraudulenta manera de construir información es el abogado Gustavo Morales.
En efecto, el mediático letrado, ha hecho de la pos verdad un verdadero culto al punto de convertirla en una estrategia de litigación fuera de los tribunales de justicia.
Esta estrategia, que cuenta con la no desdeñable ventaja de no requerir una acreditación rigurosa, como sí ocurre en sede judicial, donde prima el principio de acuerdo al cual las partes deben probar todas y cada una de sus afirmaciones, brilla en la arena mediática, de la mano de periodistas, comentaristas, entrevistadores, etc. que, ya sea por tendenciosos intereses o por falta de ética profesional, o simplemente por ignorancia no demuestran ningún interés en profundizar en la información que se les brinda.
Otro poco de ayuda viene de la opinión pública, que suele ser bastante proclive a la hora de dejarse llevar por discursos que promueven la descalificación y el escarnio de ciertas personas o grupos, particularmente cuando estos discursos se auto promueven como vindicativos o justicieros frente a delitos aberrantes de gran impacto emocional.
En los últimos tiempos esta estrategia le ha servido al abogado Morales para impulsar la elevación a juicio de una causa en contra de Rodolfo Tercero Burgos, acusado por su ex pareja, la también abogada Marina Moris, del abuso sexual de la hija de ambos.
Desde el comienzo de la causa, la actividad profesional de Morales, relacionada a esta causa se ha caracterizado por una serie de embestidas mediáticas en contra de cuanto funcionario judicial, del ministerio público etc. se cruzara en su camino, todo esto con el inocultable objetivo de hacer avanzar la causa en la dirección pretendida. Estrategias o maniobras desagradables.
Y no le fue mal, en tribunales tratan de desprenderse de esta causa como si se tratara de la “mancha venenosa” y la misma parece dirigirse inexorablemente al debate oral y público.
Sin embargo, esta no es la única causa que vincula a Morales con su representada. Existe otra causa donde es la propia Moris la que se encuentra acusada por su expareja Burgos, por impedimento de contacto y desobediencia judicial.
Si bien la Dra. Ballesteros del Colegio de Jueces de la Provincia había dictado el sobreseimiento de Moris en un primer momento, este fue apelado por Burgos y actualmente se encuentra pendiente de resolución ante el tribunal de impugnación de la provincia.
Ahora bien, la jueza sorteada para resolver esta causa fue la Dra. Laura Julieta Casas, quien tuvo una relación sentimental con Burgos hace 26 años. Frente a esta situación la jueza Casas intentó separarse de la causa excusándose y el propio Burgos la recusó con similares argumentos. Morales, en cambio, guardó un llamativo silencio en un primer momento y luego balbuceo una recusación tardía, pasado el término legal, que devino extemporánea.
Así las cosas, el tribunal de impugnación decidió ratificar a Casas en la causa y diferentes jueces rechazaron el pedido de recusación formulado por Morales contra la jueza. Fue entonces que Morales echó mano a su “rendidora” estrategia.
Desplegó una serie de mentiras en algunos medios de comunicación poco conocidos, donde aseguraba que la jueza Casas había querido quedarse con la causa desde siempre con el propósito de favorecer a Burgos, que toda su familia lo protegía y que hasta habían denunciado a su representada.
Toda una serie de patrañas cuyo único y real fundamento era presionar a la magistrada para que resolviera la causa conforme a sus intereses.
De este modo la jueza Casas realizó una nueva presentación ante el tribunal de impugnación argumentando la “violencia moral” a la que la habían llevado las mentiras del abogado Morales y solicitó, nuevamente, excusarse de resolver en la causa mencionada.
Actualmente esa decisión se encuentra pendiente de resolución.
Sobre lo dicho conviene hacer algunas aclaraciones.
La primera es que no es la intención de quien esto escribe analizar la culpabilidad o inocencia de ninguna de las personas aquí mencionadas. Para eso está la justicia que al igual que en numerosos casos la burocracia administrativa jurídica genera mucho tiempo para perder el eje de análisis y determinaciones.
Lo segundo, en todo caso, es proponer una reflexión posible acerca de las sinuosas fronteras a través de las cuales el discurso judicial se comunica con el discurso mediático y viceversa.
A nadie puede sorprender esta interrelación. Esta interconexión entre ambos mundos. Todos sabemos de la influencia de los medios en las decisiones judiciales, las cuales nunca se juegan del todo dentro de los tribunales. Parte de esa disputa se define en el terreno de la opinión pública.
Y eso no es malo en sí mismo. Es parte del juego democrático que implica peticionar a las autoridades y reclamar justicia dentro de los márgenes de la libertad de expresión.
¿Pero qué pasa cuando los límites de esa libertad de expresión se violentan? ¿Qué sucede cuando con el afán de promover una versión de la verdad se recurre maliciosamente a la mentira y a la difamación?.
En estos casos, entiendo, quienes nos desempeñamos en los medios de comunicación y tenemos alguna (poca o mucha) influencia en la formación de esa opinión pública, no podemos abstraernos de esta forma particular de comportamiento. Una forma de comportamiento que, con la excusa de montarse sobre una causa justa fomenta una actitud de “todo vale” donde la agresión a la reputación de una persona adquiere ribetes cuasi extorsivos.
Frente a casos así no podemos bajar la vara, porque de no hacerlo, si no se pone empeño y ´profesionalismo en el ejercicio del periodismo, se corre el riesgo de contribuir a la difusión de una mentira.
Aquí no puede haber lugar para la inocencia ni la ingenuidad. Los periodistas sabemos de los intereses que existen detrás de cada noticia que compartimos o comentamos. Sabemos en consecuencia que el rigor y la severidad a la hora de evaluar la información que llega a nuestro conocimiento no son simplemente una forma de realizar el trabajo periodístico, sino que constituye una verdadera obligación ética en el ejercicio del periodismo.
Y, a no dudarlo, un saludable valladar al progreso de oscuros y mezquinos intereses personales apoyados en métodos claramente inmorales.
Por eso la famosa frase “miente, miente que algo quedará”, durante su construcción y desarrollo causará muchísimos perjuicios de un lado y del otro. Hasta que el tiempo realmente acomode lo que es verdad y que es mentira. Mientras tanto, la fortaleza del individuo será la única amiga de esa verdad. Como decimos siempre, la mentira tiene patas cortas y la verdad siempre sale a la luz.